Había veces que los curas expresaban con gran detalle los fenómenos excéntricos que ocurrían en su parroquia, dejándonos para la posteridad historias curiosas no tanto por su extraordinariedad sino por la forma de contemplarlas. Desde luego, el estudio de documentos históricos nos proporciona una apasionante visión a fenómenos cotidianos como el que en su día leí gracias a Carmen, compañera genealogista que lo descubrió mientras indagaba en los libros parroquiales de Lastres. Nos encontramos ante un caso de aborto natural de una mujer encinta sin saberlo de unos tres o cuatro meses (el tamaño del feto, de una chica nuez, parece apoyar esto, si bien no así la extraordinaria definición de todas las extremidades; es posible que, en éstas, cura y testigos le echasen imaginación), cuyo feto expulsado es bautizado de socorro puesto que, aparentemente, se movía, y que el confundido padre lleva al cura, que tampoco sabe demasiado bien qué hacer ante esta situación: finalmente, se entierra en el pórtico de una capilla con la misma tela con la que sus padres lo habían cubierto.

Paso a la transcripción de esta curiosa partida no sin antes recomendar el muy interesante artículo, aunque algo extemporáneo para el caso que nos ocupa aquí, de Paloma Moral de Calatrava, El aborto en la literatura médica castellana del siglo XVI, que nos puede ayudar a entender bien las creencias que incluso en el ámbito científico se conservaban acerca del aborto natural o inducido.

Lastres y Agosto diez y nueve de mill setezientos quarenta y nueve años. Don Joseph Ruiz Valdés, vecino de dicho Puerto, trajo a mi casa y vista un globo al parezer carne, tamaño de una chica nuez; que dijo acababa de arrojar su muger con anteriores dolores; y aunque se reglaba era presuntamente enzinta de dos a tres meses; y reconocido algún leve movimiento baptizara de socorro al infante Joseph Montes (Peile) que se halló presente: embuelto en un poco de lienzo, y manifestado, heché en una Escudilla de agua, donde se esponjó, y reconozió ser Varón humano en caveza, ojos, voca, oydos, narizes, pies, manos y naturaleza; y por la duda del baptismo mandé a mi Theniente sepultarlo en ex finenti, como lo hizo, con bendiziones de sepultura de párvulos en el pórtico de la capilla de S. Joseph más cercana, ni dentro ni fuera del sagrado; y en el propio lienzo; de que yo el infraescripto cura de dicho puerto doy fé.

Bartholomé Francisco del Camino.