< Primeros pasos en genealogía

Parece demasiado obvio afirmar que el inicio de toda investigación genealógica es conocer los datos de nuestra familia directa sencillamente hablando con ésta y recurriendo a sus recuerdos, pero creo que nunca se insiste lo suficiente en la importancia de la tradición oral. No es posible hacer una buena investigación genealógica si no se tiene el interés de conocer la historia más reciente de nuestra familia, porque sin testimonios hablados sólo tendremos –si es que los llegamos a conseguir- datos sobre un papel, fríos en su mayor parte, sin historias que los acompañen para llegar a lo que realmente debe ser la consecuencia de la genealogía: conocer más de nuestra familia. Conocer más no es sólo saber fechas, nombres y datos, sino llegar a meternos dentro de las vidas de nuestros ancestros en la medida de lo posible, a comprenderlos a ellos y a su época. Una vez metidos en harina, a medida que avancemos hacia atrás en el tiempo, este conocimiento de primera mano se irá haciendo cada vez más difícil hasta llegar, a veces, a desaparecer. Sólo tendremos, entonces, una historia de datos fríos, también interesante, pero con sentido, únicamente, si se conjuga con la otra.

  • Entrevista, pues, a tus familiares y conocidos de tu familia, a los jóvenes y a los mayores. No lo hagas de forma excesivamente  calculada, porque esto sólo supondrá un cortapisas a la hora de desarrollar más confianza con el entrevistado,ni quieras saber en una sola entrevista todos los datos que sabes que puedes sacar de esa persona. Ten en cuenta que la memoria es selectiva y que hay días que, sencillamente, no recordamos cosas que en otros momentos podemos tener muy presentes. Piensa, también, que hay información que puede ser dolorosa incluso aunque no se haya vivido directamente, y que deberás pensar cómo puedes sacarla o, incluso, si es mejor dejarla pasar. Mi bisabuela jamás habló de represión alguna sufrida por ningún miembro de la familia durante la Guerra Civil y posguerra (o hablaba muy discretamente, como mucho), cuando su propio marido había sido encarcelado por pertenecer a la masonería. Pero, ¿hubiera sido necesario insistir en extraer esta información que luego se encontró fácilmente en los archivos? Por supuesto que habría sido mejor conocerla también oralmente, pero no debe olvidársenos que tratamos con la vida de personas y que hemos de ser muy prudentes con ciertas cosas.

 

  • En el error, a veces, está la pista. No pidas datos concretos, lo más probable es que no sepan dártelos. Pide fechas y lugares de cumpleaños, de defunciones y de matrimonios, y apúntalas incluso cuando sean dudosas. Nunca las tomes por excesivamente fiables, aunque suelan serlo. Un ejemplo: al preguntarle sobre su abuelo, el mío aseguraba que éste se llamaba Pedro Salomón Margolles, que desconocía el segundo apellido, y que había nacido en Bedriñana (Ribadesella). Lo decía totalmente seguro de esta información que, con la investigación documental, se averiguó no falsa, pero sí errónea: nuestro ancestro se llamaba Pedro Salomón Margolles Bedriñana, y había nacido en Villaviciosa. Sin embargo, el paso de los años había confundido ese segundo apellido, toponímico, con el lugar de nacimiento: en Asturias es más fácil asociar Bedriñana con un lugar y no como un apellido, ya que éste no es demasiado común. Pero el error también nos dio información: no cabía duda de cuál había sido el origen de la confusión y, en caso –pongamos- de existir otra persona en la misma fecha y tiempo llamada Pedro Salomón Margolles González, sabríamos cuál tendría más posibilidades de ser nuestro ancestro.

 

  • Presta atención a las historias de tu familia, hasta en los más mínimos detalles. De cualquier anécdota en apariencia irrelevante se puede extraer información. Mi abuela solía decir tan sólo como anécdota de su buena memoria que recordaba el remite con el que llegaban las cartas de su tío abuelo Juan Bautista, emigrado: Centro Asturiano de Tampa, Florida, USA. Este dato, que no habría mencionado en una entrevista porque ella misma lo consideraba irrelevante, fue sin embargo imprescindible para encontrar a Juan Bautista residiendo en Tampa en los años 40 y para conocer, con ello, en qué comunidad vivía (la formada por los asturianos en Tampa) y para qué fue (con casi total seguridad para trabajar en las múltiples cigarreras en las que se empleaban la mayoría de asturianos de su condición social que emigraban allí).

 

  • Puede serte útil, en algunas ocasiones en las que sepas que vas a recabar mucha información, hacer uso de una grabadora de voz. Mi abuela narra las historias familiares con tanta precisión, datos, nombres y parentescos que de otra manera sería imposible recordarlo todo y recuerda: todo puede llegar a ser de utilidad, hasta lo que parece más irrelevante.

 

  • No te enfrentes al entrevistado. Cuando recabas información oral, especialmente si es de tipo familiar, no debes tener una postura ideológica, ya que eso puede influir en el testimonio. Ya tendrás tiempo a otorgar una u otra visión si eso es lo que deseas; lo importante es lo que tenga que contar el entrevistado, con su propia subjetividad incluida. Ten en cuenta de que nadie es objetivo cuando narra unos hechos por más que lo pretenda, y que, de hecho, no sería positivo que lo fuera porque eso despojaría al testimonio de cualquier tipo de carácter humano. Por lo tanto, mi consejo es que no creas nada nunca, pero que lo escuches todo con la mente abierta. La investigación posterior, la contraposición de diferentes testimonios y, en definitiva, el estudio, te dará la objetividad si es lo que buscas.

 

  • Pero, en mi opinión, no has de pretender ser objetivo. Estás haciendo la historia de tus ancestros, una historia humana, con sus aciertos y con sus errores. Es absolutamente esencial que presentes los documentos tal y como los has encontrado, que documentes bien dónde hay opinión y dónde tan sólo datos, facilitando por tanto que otras personas puedan extraer sus propias conclusiones sin tener que estar contaminadas por las tuyas, pero una genealogía sin sentimiento de algún tipo no se diferenciaría demasiado a aquellas relaciones de nombres y apellidos del hijodalgo de turno que con ellas sólo pretendía justificar un título, pero no recuperar la memoria de nada ni nadie.

 

  • Escribe todas las historias, novélalas, compártelas entre tus parientes y deja que las comenten y aporten sus propias opiniones y datos. Y házlo también en las entrevistas: comenta tus propios recuerdos, cuenta historias. Conversa, en definitiva. Es la mejor manera de impulsar el recuerdo de la otra persona, de animarle a aportar datos y de ayudarle a organizarlos en su cabeza (¡cosa que no siempre es fácil!)

 

Tus objetivos a la hora de afrontar las entrevistas han de ser:

  • Obtener el máximo de historias, anécdotas e información en general acerca de tus ancestros. No sólo lo bueno, también lo malo –recuerda: nada de ideologías en la recogida de datos, todo el sentimiento posible en su narración, y la necesaria prudencia de quien sabe que trata con las historias de una vida humana- Toda información es importante.

 

  • Conseguir una relación lo más completa posible de nombres, apellidos, lugares de procedencia, vida y fallecimiento y también fechas. En esto sí habrás de intentar exprimir lo más posible a tu entrevistado: ¡casi nadie tiene la suerte de conservar, ni tan siquiera de haber tenido, una family bible donde se conserven todos estos datos, como la de la imagen a la derecha. Pregúntale acerca de sus padres, sus abuelos y cualquier tipo de ancestro que pueda recordar, aún cuando no esté muy clara la relación exacta de familiaridad –que no cunda el pánico: con el tiempo se conseguirá-. Y también acerca de hermanos, tíos, primos. Muchas veces olvidamos preguntar acerca de las ramas paralelas de nuestro árbol genealógico sin darnos cuenta de que pueden ser de gran ayuda. Por ejemplo, puede que no demos con la partida de bautismo de un ancestro directo nuestro por cualquier motivo, y si tan sólo le conocemos a él, será ya muy difícil continuar investigando hacia arriba. Sin embargo, si conocemos los nombres de sus hermanos, quizás sí podamos localizar las partidas de los mismos y, por tanto, relacionar la familia con unos padres y unos abuelos comunes. Ya tendremos tiempo de separar grano y paja en las conclusiones de la investigación; mientras ésta dure, ningún dato sobra.

 

  • Pide fotografías, documentos, todo lo que sea posible, y guarda copias. Si tienes la posibilidad, digitalízalo todo a buena calidad. Siempre vale más un escaneo a 600ppp, más lento pero de mayor calidad, que uno rápido pero que nos haga perder los detalles importantes de una imagen. Por ejemplo, en estas fotos tomadas en 1947 con motivo de un litigio vecinal en el cual la denunciante fue mi tatarabuela, la diferencia seria tan clave como apreciar la figura escondida de mi abuela adolescente o no:

 

  • De cualquier modo, aunque no te sea posible, toma copias. Vale más una mala copia que no tener nada. Las fotografías son un bien escaso que te ayudarán a poner cara a tus ancestros y a acercar tu estudio a legos en la materia. No todo el mundo tiene la misma pasión por la genealogía que nosotros, y aunque yo comprenda perfectamente la emoción que produce un listado interminable de nombres… una foto nunca viene mal. Los documentos, por su parte, aportarán una preciosa información en cuanto a la historia sanitaria, a las posesiones, el modo de vida, la clase social, la forma de relacionarse con los vecinos… de nuestros antepasados.

 

En definitiva, el resumen es muy sencillo. Vive la genealogía y haz todo lo posible por transmitir esa pasión a quienes más pueden aportar por y para ella: quienes, como tú, componen también esa historia que ahora quieres recuperar y preservar.