Un pontifical que se compone de capa pluvial, casulla con estola y manipulo, puño de gremial, paño de caliz y bolsa de corporales y sandalias de tela de oro rica de Francia, fondo morado, guarnecido todo con galon de plata y el gremial con tres borlas de plata y la capuza de la capa con flueco de lo mismo y cartulina brillante.

Son las ropas propiedad, en el año 1754, de Juan Francisco Manrique de Lara, recién elegido Obispo de Oviedo tras la muerte de Felipe Martín Ovejero. Manuel García, escribano madrileño, las puso por escrito pocas semanas antes de que el prelado, natural de Guadalajara, llegase a Asturias. Traía consigo muchas riquezas que los vecinos de la parroquia de Borines no tardarían en contemplar con admiración: cada seis años, el obispo de turno giraba por todos los pueblos de su Archidiócesis otorgando las confirmaciones a los niños de entre dos y seis años, y a los adultos que las quisieran recibir. Más de cuatrocientas personas confirmó el Obispo en 1755, y el hecho de que seis años más tarde, ya muerto Manrique (le sucedió Agustín González Pisador), los confirmados no llegasen ni a setenta da cuenta de que aquella, la de 1755, debió ser una fiesta con todas las de la ley. Uno de esos eventos que tardaron en olvidarse.

Debían serlo, en mayor o menor grado, todas las confirmaciones. En aquellos tiempos (la cosa cambió en el siglo XX), se confirmaban de forma obligada los niños que escasos años atrás -no más de seis- hubieran recibido el bautismo, y los adultos que quisieran renovar sus lazos con la fe católica. En tiempos en los que no existen padrones, o si los hay, lo son restringidos por posición social y por sexo, el listado de confirmaciones nos puede aportar mucho a la hora de conocer a los habitantes de una parroquia, especialmente si son, como la de Borines en 1755, multitudinarias. Aquí os dejo la transcripción de las listas de confirmados en San Martín de Borines en los años 1755 y 1761, para que pueda rastrear en su propia historia quien tenga raíces en este pueblo piloñés.

Recordad que estos listados se conservan en los libros parroquiales, que en el caso asturiano detenta, con mimo y muy buen hacer, el Archivo Histórico Diocesano.